Cuando la aplicación de inteligencia artificial se vuelve una distracción


Antes de que lo abrieran, me dijeron con orgullo que lo habían lanzado en tiempo récord. Apenas lo vi en acción, pregunté: “¿Qué problema resuelve esto?” Hubo silencio. Luego alguien respondió: “Bueno, es inteligencia artificial.” Ahí quedó claro que estaban buscando reconocimiento, no soluciones. Lo que habían construido no respondía a una necesidad real del usuario, no estaba basado en datos, y no había pasado por una validación seria. Tenía IA, y eso, al menos para la presentación del lunes, parecía suficiente.
No lo fue. Tres semanas después, los usuarios comenzaron a dejar reseñas negativas. Cinco semanas después, la funcionalidad fue desactivada. No hubo necesidad de reparar nada a medias ni justificar decisiones ajenas. Tomé el control del proyecto y, junto con mi equipo, reconstruimos la experiencia desde la base, guiando el proceso hacia una solución que, esta vez, sí empezó por escuchar al usuario. Y esa es la diferencia. No vengo a ver qué se puede automatizar. Vengo a entender qué vale la pena construir.
La inteligencia artificial tiene el potencial de amplificar la capacidad humana, eliminar fricción, personalizar experiencias y anticipar decisiones. Lo tiene todo. Pero cuando se implementa sin estrategia, sin alineación al contexto y sin una comprensión profunda de quién está al otro lado de la pantalla, se convierte en una distracción costosa. Lo difícil no es usar IA. Lo difícil es tener la valentía de aplicarla con sentido, de diseñarla con intención y de validarla con usuarios reales antes de escalarla en entornos donde el margen de error es cero.
En casi dos décadas de trabajo en diseño, innovación y estrategia tecnológica, ha quedado claro que la mayoría de las empresas no fallan por falta de talento ni de tecnología. Fallan porque confunden avance con velocidad, experimentación con improvisación y tecnología con valor. Tecnologías como blockchain, IoT o inteligencia artificial tienen un enorme potencial cuando se aplican con propósito, pero también pueden terminar mal utilizadas si se adoptan sin contexto, sin validación o simplemente por presión de mercado. No es un tema de capacidades. Es un tema de decisiones. Porque incluso la mejor tecnología pierde relevancia si se lanza sin diseño, sin claridad y sin una necesidad real detrás.
Como escribo en mi libro Innovation Unrated: On Desing Thinking: "No hay peor enemigo de la innovación que el entusiasmo mal dirigido. Porque una idea brillante mal colocada sigue siendo un error de diseño."
Porque cuando se aplica con claridad, la inteligencia artificial transforma. Pero cuando se implementa por ansiedad, interfiere. Y cuando eso pasa, el usuario lo nota. Siempre lo nota.
Fabián Salazar




