Aunque el siglo XX nos parece ahora un recuerdo lejano, sin duda dio lugar a una generación con una mayor conciencia social y la voluntad de cambiar las reglas poniendo fin a tradiciones muy arraigadas y a enfoques anticuados hacia cuestiones macroeconómicas y medioambientales. Muchas personas, entre ellas la persona del año 2019 de la revista Time, Greta Thunberg, alertan con fuerza sobre las consecuencias del calentamiento global, nuestra continuada dependencia de los combustibles fósiles y la falta de tolerancia y diversidad, y abogan por un cambio hacia una cadena alimentaria predominantemente vegetal y la necesidad de crear una distribución de la riqueza mundial más inclusiva y mucho más justa.
Sin duda, se trata de aspiraciones muy nobles que deberían haberse abordado hace tiempo y que si se gestionan adecuadamente no solo beneficiarían al planeta, sino que también ofrecerían nuevas oportunidades para el desarrollo empresarial muy necesarias en todo el mundo. ¿Pero qué implica esto para las compañías financieras tradicionales? ¿Tendrán un papel que desempeñar en el nuevo orden mundial como proveedores de servicios de confianza en el siglo XXI?